miércoles, 15 de agosto de 2012

El misterio del "Luceiro do Alén" (3ªparte)


El resto de la tripulación se despertó casi al instante, y el caos se apoderó de la cubierta con la rapidez del relámpago, comenzaron a aparecer varios puntos de luz en el barco y todos corrían de un lado a otro ajustándose la ropa y sacándose las legañas.
-Maldito viejo-maldijo Jack por lo bajo- Menuda vista tiene el cabrón.
-¡¡¡Hombre a la deriva!!!- Comenzaron a gritar los que se habían incorporado antes dirigiendo su vista hacia el mar.
Mientras tanto, el capitán que hasta entonces había estado encerrado en su camarote, salió malhumorado frotándose los ojos al poco de comenzar el griterío.
-¿Qué diablos está pasando aquí?-Le rugió a al primer mozo que apareció por su lado, cogiéndolo por el cuello de la camisa.
-Hemos avistado un hombre a la deriva por proa, capitán.-le explicó este sumido en un temblor fortuito.
De sobra era conocida la norma de no despertar al capitán, y de las consecuencias que podía traer el incumplirla.
Carpenter lo soltó bruscamente y se dirigió a proa donde parte de la tripulación se concentraba curiosa, entre ellos Allan. Cuando llevó su vista a la mar comprobó que se trataba de un pequeño bote, perteneciente a algún navío con un muchacho inconsciente sobre él.
Uno de los marineros bajó hasta él con la ayuda de una cuerda consiguiendo llegar hasta náufrago y le tomó el pulso.
-¡Está vivo!!-exclamó a la vez que se asomaba el capitán por la proa.
-¡Súbanlo!-ordenó el capitán.
El marinero subió al muchacho con asombrosa facilidad y con la ayuda de dos marinos más comenzó a ascender, los demás iban haciendo un círculo alrededor del náufrago y se agolpaban para verlo mejor.
Al ser iluminado por la luz de varias velas, Allan descubrió que se trataba de un chaval que rondaría su edad, aunque era más flaco y más bajo. Tenía el pelo a la altura de los hombros, tan mojado y lleno de salitre que era casi imposible determinar su forma o color. Llevaba una ropa realmente extraña, una especie de calzones pero muy ajustados de un tejido que jamás había observado, duro pero a la vez flexible, su camisa también era de lo más extraña, no tenía botones ni aperturas por ningún lado, y sus mangas no le llegaban ni al codo. En los pies llevaba también un calzado muy raro, eran unos zapatos de tela de color negro con los cordones del mismo color y la puntera blanca . Su piel era pálida, enrojecida por el sol y el salitre, sobre todo en el rostro que se comenzaba a despellejar a la altura de la nariz y las mejillas, pero este era muy dulce y todavía conservaba todos los rasgos infantiles.
El capitán se acercó a él y le dio unas bruscas palmadas en la cara. El joven abrió los ojos y se incorporó lentamente. Temblaba como un poseso.
-¿Cuál es tu nombre muchacho? ¿De dónde vienes?-preguntó el capitán.
El joven lo miró confuso, no parecía entender muy bien la pregunta, así que el capitán volvió a insistir.
-No entiendo muy bien-chapurreó el joven en un inglés macarrónico.
-Es un español-sentenció de repente el viejo lobo de mar.
Los demás comenzaron a reír con malicia, bien era sabido que los ingleses no eran muy buenos amigos de los españoles, aunque estos formaran parte principal de su despensa.
-Seguramente los abordaron algún barco de piratas flamencos, esos imbéciles son tan salvajes que se atreven a invadir su territorio capitán- escupió Ben.
-¿Podemos divertirnos un rato con él, mi capitán?- preguntó uno de los marineros, el capitán asintió, y los marineros comenzaron a coger algunos palos y cuerdas dispuestos a jactarse torturando al pobre chaval, pero este cayó pronto en la inconsciencia de nuevo y los marinos perdieron el interés y se fueron a dormir
El náufrago seguía enrollado en la manta, tembloroso, debatiéndose en una vigilia intermitente, parecía que se iba a morir de un momento a otro. Allan sintió lástima de su debilidad. Y por un momento se vio reflejado en la mirada de aquel niño asustadizo. Pues antes de enrolarse en la nao, también había pasado por aquellas penurias. Alejó al joven de los demás, más que nada para que no se burlaran de él e intentó despertarlo. Tardó mucho en salir de la inconsciencia pero cuando abrió los ojos Allan lo incorporó con delicadeza.
-Esto te va a calentar el estómago-dijo ofreciéndole un trago de ron.- ¿Cómo te llamas? Yo soy Allan.
El joven lo miró agradecido y Allan se sumergió en el poder de esa mirada, de un azul marino penetrante. El chico cogió la botella y dio buena cuenta de ella dando un trago largo. Había algo extraño en él, algo más a parte de sus extraños ropajes, algo que a los demás parecía pasarles desapercibido pero que a Allan lo atrajo como un imán haciendo que se sintiera  a la vez cautivo y aterrado.
-¿Está bueno eh?
El muchacho chapurreó un gracias raro e incomprensible en su también extraño y escaso inglés. Allan permaneció durante toda la noche a su lado, y a pesar de esa especie de sensación de desasosiego que le producía aquel náufrago, consiguió conectar con él de una manera un tanto especial, como si delante de él se hubiese presentado la imagen de su no tan alejado pasado.
El amanecer comenzaba a asomar ya en la lejanía, y Allan se despertó aturdido, se viró hacia el muchacho, pero descubrió que este ya no estaba. De repente se escuchó un disparo y el barco se sumergió en el caos absoluto. Todos los marineros habían cogido sus armas y los disparos comenzaron a silbar por todas partes. Cuando Allan alzó la vista para ver lo que había ocurrió solo pudo alcanzar a ver como aquel muchacho lanzaba por la borda el cadáver ensangrentado del capitán e intentaba accionar el artefacto que horas antes había jurado proteger con su vida.

Continuará...

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