viernes, 1 de junio de 2012

A mi lectora ideal


Hace mucho tiempo jugaba a crear historias, historias para poder enfrentarme al mundo, o para hundirme más en mi caparazón. Hoy simplemente he sentido de nuevo la necesidad de volver a teclear un poco simplemente para acompañar las notas que se amarran a mis oídos.
Es una dedicatoria bastante sublime para una tarde tan pobre y gris como esta, una tarde que plantea reflexiones más allá de la política.
Nunca antes me había planteado pasar la frontera de la crítica lectura de mi queridísima amiga, esa que siempre encuentra un error nuevo en cada palabra, errores que me enseñaron lo difícil que es dibujar las palabras y lo sencillo que es expulsarlas. Ojala pudiese rememorar en este instante la noche en que después del porro, me pasaste la libreta. Aquel día me sentí un premio Nobel.
El teatro vino mucho más tarde que las palabras. Esas que nos acompañaban en aquellas jornadas de instituto, donde el tedioso paso del tiempo se envolvía con el frescor de nuestras historias.
Haber perdido aquella ansia por crear, por llenar hojas y hojas de tramas imposibles me embarga de una tristeza indescriptible. Sea como sea, antes de ser actriz quise ser escritora. Y ahora que soy plenamente consciente de mis profundas limitaciones para ambas cosas, he decidido disfrutarlas desde la más absoluta diversión.
Sí, en esta tarde nublada y con mi rostro pegajoso, he decidido volver a escribir.

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