Hace mucho tiempo jugaba a crear
historias, historias para poder enfrentarme al mundo, o para hundirme más en mi
caparazón. Hoy simplemente he sentido de nuevo la necesidad de volver a teclear
un poco simplemente para acompañar las notas que se amarran a mis oídos.
Es una dedicatoria bastante
sublime para una tarde tan pobre y gris como esta, una tarde que plantea
reflexiones más allá de la política.
Nunca antes me había planteado
pasar la frontera de la crítica lectura de mi queridísima amiga, esa que siempre
encuentra un error nuevo en cada palabra, errores que me enseñaron lo difícil que
es dibujar las palabras y lo sencillo que es expulsarlas. Ojala pudiese
rememorar en este instante la noche en que después del porro, me pasaste la
libreta. Aquel día me sentí un premio Nobel.
El teatro vino mucho más tarde que
las palabras. Esas que nos acompañaban en aquellas jornadas de instituto, donde
el tedioso paso del tiempo se envolvía con el frescor de nuestras historias.
Haber perdido aquella ansia por
crear, por llenar hojas y hojas de tramas imposibles me embarga de una tristeza
indescriptible. Sea como sea, antes de ser actriz quise ser escritora. Y ahora
que soy plenamente consciente de mis profundas limitaciones para ambas cosas,
he decidido disfrutarlas desde la más absoluta diversión.
Sí, en esta tarde nublada y con
mi rostro pegajoso, he decidido volver a escribir.
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