La noche armonizaba
con la niebla entonándose al ritmo de un silencio casi palpable y sumiéndose en
la calma que precede al sueño. Los hombres estaban jubilosos, el atraco al Sta.
Ana había sido un éxito rotundo, y tras saborear la victoria y haberse
repartido el botín, que de seguro acabaría en la taberna, muchos de ellos ya
vagaban en las profundidades cenagosas que el abundante ron les había
proporcionado.
La cubierta era un
océano de cuerpos malolientes con los miembros revueltos, se escuchaban
estertores, gruñidos y mismo jadeos entrecortados. Sin embargo, para el joven
Allan Reester aquello no parecía molestarle, su mente estaba vagando muy lejos
de allí acompañada del replicar de su conciencia, envuelta todavía en el paño
de la inocencia infantil.
Era la primera vez
que sus manos robaban la vida a un hombre.
Todavía sentía la
calidez de la sangre salpicándole en la cara mientras el cuchillo se clavaba en
su garganta. Aquél instante de éxtasis que lo envolvió engrandeciéndolo, el
instante en el que el mundo se empequeñeció a sus pies y la debilidad se convirtió
en una escusa lejana. El valor de retar a la mismísima muerte salió como un
torrente de sus labios, jurándolo a la mar que se extendía tan azul como su
mirada hasta perderse en el horizonte.
Pero solo fue un
instante, lo que dura la ojeada orgullosa de un capitán sediento de terror.
Después la aguja del arrepentimiento lo nubló todo, como cuando el cielo se
ennegrece presagiando una terrible tormenta.
Los demás marineros
lo aclamaron dándole palmadas en la espalda y riendo, le ofrecieron ron e
intentaron emborracharlo, pero a pesar de que se moría de ganas por encontrar
el consuelo propio de la embriaguez, la bebida apenas consiguió bajarle por la
garganta, así que mientras los demás se emborrachaban y festejaban a placer, él
se dejó llevar por el contoneo de las olas intentando alejarse de todo.
-¡Ei pequeño Allan!
¿No vienes a celebrarlo con nosotros?- le gritó uno de los marineros
sosteniendo una gran botella verde.
-El pobrecillo
todavía está conmocionado. Si vierais como rajó a aquel gorila, jajajajaja.
Sangraba como un cerdo, estás hecho un carnicero chaval.
-¡Y tan
joven!-exclamara otro.
-Lo que pasa Ben, es
que tu mamaíta tiene las tetas tan gordas que todavía mamabas de ellas a su
edad.-gritaba riendo a carcajadas un hombre de mediana edad, con la babilla
resbalándole perezosamente por la barbilla.
-Cuando me follé a
la tuya descubrí que todavía tenía restos de tu asquerosa babilla en sus
pezones- le contestó Ben, lo que hizo que el otro se le tirara encima y
comenzaran una encarnizada refriega rodando por la húmeda cubierta, mientras
intentaban golpearse mutuamente sin conseguirlo.
Estalló una
carcajada atronadora que ni la presencia del capitán consiguió dispersar. Este,
se acercó sonriente hacia el muchacho y se sentó junto a él ofreciéndole un
trago, Allan vacilante lo cogió, el líquido le quemó la garganta al instante.
-Estoy orgulloso de
ti Allan- comenzó a decirle el capitán- Has luchado con fiereza y has
demostrado ser digno de mi tripulación de demonios. Por ello te voy a compartir
contigo el gran secreto que nos une y que da tanto poder a nuestra embarcación.
Allan se atragantó e
intentó disimular la fuerte tos que le emergió de la garganta, el mismísimo
capitán William Carpenter, aquel que tenía sumidos en una terrorífica pesadilla
a la flota mercantil española, aquel que había eludido a la marina mercante y
había escapado de la guillotina un centenar de veces, aquel que bajo su acero y
pólvora habían perecido innumerables hombres, le dedicaba aquellas palabras envueltas
en un profundo sentido paternal. Iba a conocer el gran secreto del “Luceiro do
alén” el poder que permitía a aquel navío escapar de las manos de la ley tan
deprisa, aquel poder que él apenas había podido atisbar, tan ensimismado como
estaba en su propia victoria.
-Ya te puedes
considerar un pirata de verdad- sentenció el segundo de abordo extendiéndole su
parte del botín. – Ahora podrás conocer el secreto mejor guardado de toda la
historia de la piratería.
El Capitán apartó el
parche que cubría su ojo izquierdo y sacó una pequeña circunferencia plateada
cuyo interior se hallaba iluminado por una potente luz escarlata.
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario