jueves, 15 de diciembre de 2011

AURORA


Aquella noche llegó tarde a casa, y todo pareció adquirir un tono traslúcido imposible de describir, donde la oscuridad confluía en la claridad de unos puntos luminosos, tres en concreto, que no dejaban de acosarla.

No había estrellas ni luna, solo esos tres puntos brillantes que martilleaban punzando ferozmente su cabeza, y que se negaban a abandonarla.

Abrió la puerta del baño y antes de encender la luz ya se había encontrado con la imagen de un rostro desorbitado, desencajado por una locura irracional con los tres malditos puntos danzando a su alrededor.
Tenía gotitas de sangre salpicando todo su cuello y parte de su cara. Algunas de ellas habían descrito pequeños senderos en su caída. No las había visto, pero las sentía pegajosas contra su piel.

Se desvistió con rapidez y se metió en la ducha sin sentir el ramalazo de agua fría inicial. El gel adquirió un ligero tono ocre al resbalar por sus manos, y el agua se deslizó jabonosa y espesa. Se frotó bien, primero con los dedos y luego con las uñas. Se frotó todo el cuerpo y golpeó con dureza su cabeza como si intentara arrancarse la cabellera, en un intento inútil por aplastar aquellas malditas punzadas fluorescentes que la consumían.

¿Cuándo había sido la primera vez que habían aparecido? ¿A los 10, 11 años? Sí, era un recuerdo envuelto en un océano de oscuridad donde el rojo resaltaba mucho más que el negro.

La primera vez que había asesinado.

Imágenes desordenadas como una secuencia de fotografías interrumpida en el tiempo. Una tarde de sol con su mejor amiga Elena. Los tres puntos. Una gran mancha carmesí tiñéndolo todo. Unos ojos desorbitados y vacíos.

Pasó mucho tiempo antes de que las tres luces volvieran a aparecer.

Al principio asesinaba inconscientemente, y muchas de sus primeras víctimas fueron gente demasiado cercana. No recordaba el cómo, solo era consciente del después, del dolor que causaba la muerte a su alrededor, la muerte de los suyos, siempre precedida por la parición de las luces.

Luego, supo con certeza que las muertes eran causadas por ella.

Para cuando lo supo ya era demasiado tarde y el programa no había hecho más que empezar.

Se resistía para no hacerlo, para controlar el impulso que le enviaban las luces. Se alejó lo máximo posible de los que amaba y comenzó a matar a gente extraña, cada vez con mayor profesionalidad y limpieza. Cada vez con mayor frialdad.

Así hasta que llegó la primera orden.

Apareció sin más en su mente, no era una imagen, ni un concepto, simplemente sabía lo que debía hacer nada más encenderse las luces.

Esa vez, se escabulló en la noche y apareció en una lujosa finca con un inmenso portalón blanco rodeado de muros de hormigón y a pesar de todo el dispositivo de seguridad montado alrededor del inmueble, simplemente supo por donde tenía que ir, cómo encontrar a su víctima y como liquidarla. A la mañana siguiente todos los medios de comunicación se hacían eco de la noticia sobre el fallecimiento fortuito de un senador. Al ver su foto recordó aquella cara desfigurada por el terror. Era él.

Fue ahí donde se enteró de que la controlaban.

Dio comienzo a una oleada de crímenes cuyo elenco de víctimas lo conformaban desde altos dirigentes, a jueces, artistas, miembros del cuerpo de seguridad, empresarios, incuso alguna que otra persona común y corriente.

Alguien se beneficiaba se beneficiaba, y eso llenaba su alma de una impotencia que explosionaba en una furia incontrolable.

La idea apareció con una claridad abrumadora, usaría ese poder para destruirlos a ellos. Pero enseguida cerró su mente. Si había alguien que le enviaba órdenes a su cerebro era muy probable que también supiera decodificar sus pensamientos, así que decidió cerrar su mente y esperar a que cometieran algún error.

Este le vino como un regalo caído del cielo, en el envío de órdenes llegó una imagen, una única imagen que descubría su escondrijo, un lugar que le traía demasiados recuerdos, su hogar antes de que le regalaran unos padres, una casa, una vida. Recordaba aquel lugar de un blanco deslumbrante, con personas que vestían batas del mismo color.

La primera señal de sus intenciones se les manifestó a ellos en el envío de una orden que fue rechazada. En el ordenador la señal se vio interrumpida antes de tiempo y la persona que la procesaba desde su mente profirió una dolorosa queja, se quitó rápidamente los cables que lo unían a la máquina y dijo.

-Lo sabe.

Luego se puso nerviosamente su bata  y salió dando trompicones.
La segunda señal fue la activación del programa por sí solo, provocando el pánico entre los presentes en la sala.

Cuando se dieron cuenta de la tercera señal era demasiado tarde, porque ella ya se encontraba allí con un rifle de asalto.

Intentaron desactivarla pero todos los intentos fueron inútiles, parecía desbocada, fuera de control. Sus ojos estaban totalmente en blanco, como girados en sus órbitas, su respiración era tan agitada como un torrente de agua y su fuerza descomunal. Había conseguido activarse sola y ahora era imparable.

Las paredes se tiñeron con el color carmesí del ocaso mientras la sangre de las víctimas corría formando pequeños riachuelos en el suelo. Nadie sobrevivió para contarlo.

Las luces permanecían en su mente haciéndose cada vez más grandes. Comenzó a asustarse, normalmente iban disminuyendo una vez cometido el asesinato, pero esta vez era diferente. Las otras veces estaban controladas por ellos, pero ahora, bajo su propio control aquello parecía poseerla, comenzó a llorar amargamente al ver que no podía ver otra cosa que no fueran esas tres luces.

El agua caliente comenzó a agotarse, pero ella permaneció en la ducha sin percatarse del cambio. Pequeños hilillos de sangre comenzaron a emanar primero de su nariz y luego de sus oídos. Las luces comenzaron a fusionarse en una sola, muy blanca y brillante, que presionaba con ferocidad su cabeza como queriendo abrirse paso a través de su cráneo.

Comenzó a chorrear lágrimas rojas y en su boca sintió un sabor amargo que le hizo dar arcadas. Comenzó a gritar intentando buscar ayuda y fue entonces cuando sus glándulas lacrimales explotaron por la presión haciendo que los ojos se le salieran de las órbitas. El dolor era tan insoportable que sus gritos se convirtieron en alaridos incontrolados mientras la presión era cada vez más fuerte. Notó como su frente se abombaba y su rostro comenzaba a arder, pero esa presión, esa jodida presión que parecía reventarla por dentro, cada vez más y más fuerte, más y más fuerte.

Hasta que su cabeza finalmente explotó.

A miles de kilómetros de allí una sonrisa iluminaba uno de los rostros más poderosos del mundo, con él, un séquito de científicos aplaudían satisfechos. En la pantalla de todos los ordenadores de la base se leía.


PRIMERA FASE DEL PROYECTO AURORA COMPLETADA CON ÉXITO.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

O demo esmeralda

A morte sufragou ao baleiro, bendita escuridade, dicía el día tras día no outeiro onde tempo atrás compartiran marabillosas  tardes de lúdica diversión, de profunda ledicia. O seu débil e pequeno corpo converterase nun pozo de sabedoría da dor, pero xamais experimentara aquela soidade tan amarga, aquela impotencia que  rebentaba  a sua alma con punzadas de culpabilidade.
¿Qué sentido tiña pois a existencia na nada? Sen el, a sua alma xa non podía despegar, extender as suas ás e voar libremente sentindo a doce brisa. Así que, por fín a todo foi a sua solución máis lóxica, a máis doada. Non sentiría deshonra algunha pois sempre fora un cobarde, seguiría o seu rumbo natural polo cal seguía vivo, a fuxida.
As suas mans sostiñan un pequeno recipeinte cun morteiro co que machacaba a cicuta que poría o punto final ao seu sufrimento, os seus movementos eran paseniños. O seu corpo instintivamente tentaba detelo, o seu corazón nembargantes, converterase en pedra.
Cando acadou unha pasta máis ou menos uniforme tentou levalo á boca varias veces, pero cada intento volvíase cada vez máis pesado e custoso. As mans temblábanlle cada vez que achegaba aquela materia pezoñenta aos seus beizos, a sua debilidade aparecía incluso no cobarde acto do suicidio.
Concentrouse novamente, esta vez estaba decidido, nunha rápida acción das suas mans levou o veleno a boca, apenas tocara o seu beizo inferior cando unha voz ronca o chamou dende detrás do seu lombo.
-¡Ei rapaz!
O mociño sobresaltouse e a cunquiña coa cicuta precipitouse ao chan esparexendo o seu contido mentres rodaba lentamente ladeira abaixo, un frío remuiño de vento abaneou ferozmente a herba arredor seu suspendendo varias follas no aire, o tempo pareceu deterse nun intre, a morte parecía mofarse de el co afogo da fel percorréndolle o padal.
A voz que o chamaba faciase tanxible ante a sua ollada, era unha figura esfarrapada, vestida cun grande abrigo negro abotoado ata o queixo e un pantalón a cadros vermellos e negros corroido e absorbido por unhas botas cheas de lama. A carrapucha do abrigo apenas deixaba entrever uns mechóns azabache delizandose alborotados  á altura da clavícula.
-Rapaz ¿tes auga…? –a pregunta afogouse nunha extraña tos.
Tentou erguerse ao ver como o descoñecido iba desgastanto a distancia, o raparigo non se fiaba, aquel ser producíalle noxo e terror , a sua agonía recordáballe ao escuro pasado da guerra, ao tormento das noites en vela, a podredume dos corpos sen vida nas cunetas.
Nembargantes algo se atopou coa esquiva ollada do neno, aquel ser era propitario dos ollos máis desconcertantes que xamáis vira, unha visión que o afundiu nun océano recóndito envolto dun esmeralda resplandecente.

domingo, 3 de julio de 2011

Enamorada

La nocturnidad se ciñó sobre nuestros rostros esperando una respuesta vacía. No quería más que ver tu radiante sonrisa despertar en la oscuridad, una oscuridad iluminada por el brillo de tus palabras. La magia de un mundo tangible en los sueños y sensible en el alma.
Te entregaría todo y aun así mi satisfacción no sería plena.
El amor es tan egoísta, pero para quién no cree, este puede reconfigurarse de una manera casi demencial rompiendo toda convicción.
¿Qué es mejor que ver tu alegría palpitante y eufórica?
Asesinaré a la mismísima Venus por alcanzar la plenitud de tu alma, y el amor estallará más vivo que nunca.  Mataré a Cupido y te regalaré su cabeza en una bandeja de plata, y tus ojos brillantes romperán la barrera del tiempo.
Y este por fin se detendrá y el sabor de un beso sellará nuestro paladar en un canto de amor eterno.

lunes, 20 de junio de 2011

Vivir sintiendo

¿Quiere el amor adentrarse en las profundidades de mi Marlow escondido?
Fausto sería mi amante perfecto, esperando entre las sombras el trato con Lucifer. Como Lorca cuenta: Sí Lucifer fuera la libertad del gran imperio verde, tú tendrías que ser por fuerza el definitivo.
Encontrar lo inalcanzable en un lago de fuego.
Sería maravilloso poder verte a los ojos y afirmar que definitivamente eres tú. Gritar y deslumbrar al mundo con lágrimas. Lágrimas de alegría infinita.
Quisiera tener la seguridad de que las señales vienen de alguna parte. La irracionalidad de lo inteligible ojalá volviera a pertenecerme.
El raciocinio me está matando lentamente y quisiera que el sueño me deslumbrase con la potente luz del alba, para explorar la pradera perdida del firmamento.
Como quisiera abrazar sintiendo el universo entre mis brazos. ¡Sí! Esa desesperación por sentir, sentir, SENTIR.
La muerte se aleja cuando mi imagen se decolora en tus ojos. Tus maravillosos ojos.
Los humanos somos criaturas benditas en desdicha, pero el amor liberador nos hipnotiza con su sosiego.
Ojalá pudiera arrullarte en este instante y sentir que realmente eres mi amor definitivo.
Sentiría tu dulzura dentro al besarte. Sí, déjame probar de nuevo tu boca, déjame gritar desesperadamente y pintar tu nombre en mi vientre y que reviente de tu vida dentro.
El sol alumbra cada mañana, y cada mañana la vida se restablece porque quiero sentir, sentir, SENTIR.
Maneja el enjambre enjaulado en la perpetuidad de una aurora colectiva, hasta yacer en una libertad deformante.
La vida es por fuerza fácil.
Naciendo en la calidez de una canción y deformándose ante nosotros, simplemente se deja caer.
Tú y yo la cazaremos y amándonos recorreremos el mundo a zancadas. Ante nosotros se despertarán los amaneceres de África y nos dormiremos bajo los cerezos rosados de Asia.
Porque solo quiero que duermas sobre mí y que despiertes con mis ojos mirándote.
Tu calor me hace falta para vivir.
No expreso, simplemente palpo las lindes del alma sin tocarla. Alma… ¿qué será? ¿Qué sentirá dentro, en la profundidad? No existen letras ni versos que puedan describirlo. No, no existirán jamás, porque solo se vive sintiendo.
¿Un Lucifer verde?  ¡Qué curiosas palabras! Algo hermoso para describir lo desconocido. El hombre existe porque existe lo desconocido y puede soñarlo.
La vida sintiendo es la muerte de la tristeza.

sábado, 18 de junio de 2011

Los príncipes de la niebla

 El aire se sonroja al verlos pasar despidiendo un aroma embriagador que ciega el alma y hace retumbar los sentidos. Los dos tan bellos, los dos tan deseables. Como dos gotas de rocío, frescor de la mañana y fuego en la tarde.

Dibujo esbozos de encuentros imposibles coloreados de una luz marchita, que desborda el instinto de retenerlos a mi lado, de dejarme estudiar por sus irresistibles labios.
Desde un segundo plano, veo como sonríen y susurran a las musas, diosas cargadas de goce. Y en mi pequeño rincón, me dejo invadir por la soledad, y el deseo de alcanzarlos. De escuchar sus susurros en mis oídos, sentir como sus mandíbulas se tensan marcando la línea del pecado en sus rostros, peinar mi cuello con su cálida respiración, morder mis ojos con una mirada.

Príncipes de la niebla, que solo en sueños me visitáis. Desearía dormir eternamente reviviendo el mismo encuentro, aunque la realidad dejara de existir. Pues en lo profundo de la noche, vuestras sombras consuelan el desasosiego de vuestra ausencia,  y calman el dolor de vuestra frialdad.
Esculpo  la silueta de vuestras manos en el aire, esperando que se posen en mi rostro con una caricia. Líneas perfectas en el lienzo de la vida