jueves, 7 de marzo de 2013

Se nos muere el abuelo


El paroxismo de su abuelo El Jareño, gitano castizo, llegaba ya a unos extremos inaguantables. Metido en aquel lúgubre cuarto con su pijama por uniforme, lanzaba ditirambos al cielo como si altísimo se le fuera a presentar en persona.
-Ay Carmelita, me muero.
-Abuelo…
-Llama al viático para que me venga a dar extremaunción.
-Abuelo…
-¡Ay mi Carmelita! ¡Ay! Que me muero como un perro.
-Abuelo…
-¡Ay Carmelita! Ay…aaaaaaa
-¿Abuelo?
-¡Aaaatchussss!
-Ande abuelo, suénese los mocos, que de la alergia dudo mucho que muera.

lunes, 4 de marzo de 2013

María de Magdala... (Una visión personal de como conoció al nazareno)




Imagen de http://juancarlosboverivoz.blogspot.com.es



Y fue Jesús a Magdala con los suyos a visitar a unos viejos amigos, y nada más llegar fue testigo de cómo los lugareños increpaban a una joven que permanecía en medio de la plaza de pie, con los brazos extendidos a ambos lados y con la mirada elevada al firmamento. Los lugareños, tanto hombres como mujeres, la insultaban y se burlaban de ella riéndose y escupiéndole.  Ella, mientras tanto, seguía con la cabeza puesta en el cielo como si estuviese aguardando algo. Uno de los lugareños, un joven corpulento, la empujó y la joven cayó al suelo envuelta en gritos e imprecaciones dirigiéndose enfurecida hacia los que allí estaban. Se levantó sacudiéndose el polvo de la túnica y del manto mientras la multitud seguía rodeándola con sus insultos.
Y Jesús preguntó, con los ojos fijos en ella.
-¿Quién es?
-Se llama María,- dijo uno de los amigos que había acudido a recibirlos al camino. – Esa pobre muchacha lleva desde hace tiempo poseída por demonios. Vaga por la ciudad y los campos increpando al cielo con los brazos en alto, cuando la intentan coger chilla como un animal enfurecido. Ha entrado varias veces en la sinagoga e intentado coger los textos sagrados increpando a los rabís que dicen, asustados y temerosos, que está poseída por hasta siete demonios. Cada vez que intentan castigarla ella desaparece durante unos días hasta que vuelve a las andadas otra vez.
La muchacha, de nuevo en pie, quiso volver a alzar su rostro al cielo pero una piedra le impactó contra la cabeza volviéndola a doblegar. Su manto cayó a la tierra del camino descubriendo su larga melena oscura y revuelta. De nuevo la mujer comenzó a chillar, se arrodilló y cogió su manto para limpiarse la sangre que le caía por la nuca tiñendo sus ropajes. Fue entonces cuando sus ojos se toparon con la intensa mirada que le dedicaba Jesús entonces ella, sobrecogida por el espíritu del Maestro, salió corriendo con el manto ensangrentado entre sus manos.
Durante los días que estuvo Jesús en Magdala aquella muchacha lo fue siguiendo entre las sombras, siempre que el Maestro se giraba allí la encontraba observándole, su mirada lo recorría como si estuviese sumida en un profundo estudio y su rostro, anhelante, se escondía cada vez que él la sorprendía.
Un día, mientras oteaba los campos de olivos, Jesús la encontró en la misma postura que aquel primer día que la viera, con la cabeza viendo el  cielo y lo brazos extendidos. Se acercó a ella y le preguntó.
-¿Qué haces, mujer?
-Hablar con tu Padre, - Le contestó ella
- ¿Con mi padre? – Le respondió él con otra pregunta.
-¿No dices que eres el hijo de Dios? Pues con Él intento hablar. – Le respondió ella
-¿Y qué te dice?
-De momento nada. – Dijo ella sin dejar su postura. – Como ya te habrán dicho, he ido a la sinagoga para poder leer su palabra pero los hombres que hay allí me echaron, a sí que busco a Dios donde puedo.
-¿Y qué quieres de él? – Le preguntó Jesús.
-Conocimiento. - Le respondió ella que deshizo su postura y mirándole fijamente le dijo. -  Si eres el hijo de Dios dime ¿por qué las mujeres no podemos saber?
-¿Quieres saber? - Le preguntó Jesús.
-Sí. – Dijo ella.
-Entonces sígueme y yo te enseñaré.
María quedó intrigada, pues era el primer hombre que le ofrecía el conocimiento que tanto ansiaba. ¿Será de verdad el hijo de Dios? Se preguntó y mirándolo fijamente una vez más, intentando otear la verdad de sus palabras, se enfundó apretando el manto contra su cabellera y se alejó caminando de allí.
Unos días después, cuando Jesús y los suyos se disponían a emprender el camino hacia Galilea aquella extraña joven de nombre María se postró ante él y en un susurro le dijo.
-Llévame contigo hijo de Dios y muéstrame el conocimiento del mundo.