sábado, 18 de junio de 2011

Los príncipes de la niebla

 El aire se sonroja al verlos pasar despidiendo un aroma embriagador que ciega el alma y hace retumbar los sentidos. Los dos tan bellos, los dos tan deseables. Como dos gotas de rocío, frescor de la mañana y fuego en la tarde.

Dibujo esbozos de encuentros imposibles coloreados de una luz marchita, que desborda el instinto de retenerlos a mi lado, de dejarme estudiar por sus irresistibles labios.
Desde un segundo plano, veo como sonríen y susurran a las musas, diosas cargadas de goce. Y en mi pequeño rincón, me dejo invadir por la soledad, y el deseo de alcanzarlos. De escuchar sus susurros en mis oídos, sentir como sus mandíbulas se tensan marcando la línea del pecado en sus rostros, peinar mi cuello con su cálida respiración, morder mis ojos con una mirada.

Príncipes de la niebla, que solo en sueños me visitáis. Desearía dormir eternamente reviviendo el mismo encuentro, aunque la realidad dejara de existir. Pues en lo profundo de la noche, vuestras sombras consuelan el desasosiego de vuestra ausencia,  y calman el dolor de vuestra frialdad.
Esculpo  la silueta de vuestras manos en el aire, esperando que se posen en mi rostro con una caricia. Líneas perfectas en el lienzo de la vida 

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