martes, 28 de agosto de 2012

El deseo de la princesa



Stonehenge, imagen perteneciente a ojocientífico.com



Cuando vi por primera vez aquello, sentí en lo más profundo  de mi alma que el mundo y todo lo que en él habitaba tenía que ser algo más que tierra, roca y agua. No sabría cómo expresarlo, pero a mis cinco años, cada centímetro de mi diminuto cuerpo comenzó a vibrar al son de las figuras que en cada piedra se hallaban talladas.

-Nuestros antepasados ya lo sabían y desde el principio de los tiempos nos dan pistas para que aprendamos a sobrevivir en esta tierra feroz. Ahora mi pequeña, todavía no sabes nada de la vida, pero ten esto siempre presente, cuando de verdad el mundo te ponga a prueba, esto – Y señaló hacia aquellas enseñanzas ancestrales – es lo único que vas a tener.

Cuan sabias habían sido las palabras de mi padre, pero ahora, en la oscuridad de la noche aquello que entonces me parecía mágico se convierte en un desesperado grito. Con mis manos aún pegajosas de sangre, rozo cada una de las líneas buscando respuestas que se burlan de mí en el aire, como si los ancestros se hubiesen quemado con el casillo de mi padre.

De repente un sonido me pone en alerta, un leve chasquido y sé que ya me han alcanzado, por un momento pienso que no se atreverán a entrar en el círculo de piedras sagradas, pero las peores ofensas se pueden esperar de alguien tan vil. Y él, sangre de mi sangre, carne de mi carne es el que me está traicionando.
Es mi hermano, el menor de la casta de los varones, el que estuvo antes que yo en el seno de mi madre. Se acerca a mí, destronada ya de mi lecho de princesa, condenada a vagar como una vulgar vagabunda en busca de respuestas escondidas en las piedras. Sí, se acerca a mí escoltado por sus hombres, viles traidores en busca de riquezas, y a mis pies me tira la cabeza del primogénito, el sucesor a la corona de mi padre, el Rey.

-Hola hermanita, ¿qué mendigas en medio de esas piedras llena como estás de barro? ¿Qué buscas? ¿Detenerme? – Su risa es diabólica, pero a la vez noto su miedo, me teme, y eso me llena de regocijo. Sin bajar de su montura, un gigantesco semental blanco, se aproxima todavía más al círculo de piedra. – No podrás, no podrás detenerme con tus brujerías.

-Así que es eso lo que tanto temes, hermano… ¿Qué piensas hacer en este lugar sagrado? ¿Matarme?
- No quiero matarte, te quiero a mi lado. Yo y tú podríamos dominar el mundo. Yo con mi ejército y mi fuerza y tú con tu magia.

Sonrío, y apoyo mi mano en la fría piedra, notando como su energía comienza a emanar. ¿Los dioses me dan su aprobación o son los demonios que se mofan de mí desde el abismo? Me da igual, pero es la respuesta que estaba esperando, al final mi hermano tenía razón al temerme, porque soy la más poderosa de todos.

-Prefiero estar sola. – Y de mi garganta sale una sonrisa diabólica que atraviesa el bosque, siento como sus hombres se sobrecogen, ellos también me temen, lo veo en sus ojos.

-¡Acabad con ella! – Grita, con el rostro desencajado a sus hombres, que se quedan petrificados consumidos por el terror que les infunde una yo transformada, poseída. - ¡A qué estáis esperando! No dejéis que entre en trance, ¡¡Matadla de una vez!!

Pero es demasiado tarde, aquellos hombres terribles, sedientos de sangre se subyugan al poder que comienza a emanar desde las piedras hacia mí. Y yo, me relamo con mi victoria.

-Vi tu traición mucho antes de que esta se cometiera – comienzo a decir con voz gutural, la voz poseída por los espíritus – ¿Tú crees que podría haber evitado todo esto, hermanito? - Sus ojos se desencajan, su mandíbula comienza a vibrar al son de un temblor descontrolado. – La respuesta es… Sí.

Una luz verde, comienza a rodearme, a envolver mi cuerpo como un velo, un velo que poco a poco se va tiñendo de la más negra oscuridad. Todos sus hombres, huyen despavoridos, consumidos por la visión de ese ser en el que me he convertido.

-Muchas son las maneras de jugar con el destino y descifrar sus mensajes, las señales son vitales para los hombres y para sus reinos. Este reino jamás te pertenecerá. - Siento el poder fluyendo por mi cuerpo, flotando por el aire y arrojarse al cuello de mi hermano quitándole la vida. En su ojos la aprensión, el rechazo. En los míos, la satisfacción y el gozo. – Porque esta corona está destinada a alzarse ante una reina. La traición es el peor signo para un monarca, y yo no quería cargar con ese estigma.

La fuerza se disipa por el aire y vuelve a su letargo en la piedra, despertando el aguacero que dormía en las nubes. El agua lo purifica todo, hasta mi cuerpo corrompido por la codicia. Veo el cadáver de mi hermano en el suelo que pronto será consumido por las alimañas, me levanto y bajo la fría ventisca me pongo en camino, al lugar donde la corona de la destronada espera, al lugar en que mi deseada corona aguarda.

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