Stonehenge, imagen perteneciente a
ojocientífico.com
Cuando vi por primera vez
aquello, sentí en lo más profundo de mi
alma que el mundo y todo lo que en él habitaba tenía que ser algo más que
tierra, roca y agua. No sabría cómo expresarlo, pero a mis cinco años, cada
centímetro de mi diminuto cuerpo comenzó a vibrar al son de las figuras que en
cada piedra se hallaban talladas.
-Nuestros antepasados ya lo
sabían y desde el principio de los tiempos nos dan pistas para que aprendamos a
sobrevivir en esta tierra feroz. Ahora mi pequeña, todavía no sabes nada de la
vida, pero ten esto siempre presente, cuando de verdad el mundo te ponga a
prueba, esto – Y señaló hacia aquellas enseñanzas ancestrales – es lo único que
vas a tener.
Cuan sabias habían sido las
palabras de mi padre, pero ahora, en la oscuridad de la noche aquello que
entonces me parecía mágico se convierte en un desesperado grito. Con mis manos
aún pegajosas de sangre, rozo cada una de las líneas buscando respuestas que se
burlan de mí en el aire, como si los ancestros se hubiesen quemado con el
casillo de mi padre.
De repente un sonido me pone en
alerta, un leve chasquido y sé que ya me han alcanzado, por un momento pienso
que no se atreverán a entrar en el círculo de piedras sagradas, pero las peores
ofensas se pueden esperar de alguien tan vil. Y él, sangre de mi sangre, carne
de mi carne es el que me está traicionando.
Es mi hermano, el menor de la
casta de los varones, el que estuvo antes que yo en el seno de mi madre. Se
acerca a mí, destronada ya de mi lecho de princesa, condenada a vagar como una
vulgar vagabunda en busca de respuestas escondidas en las piedras. Sí, se
acerca a mí escoltado por sus hombres, viles traidores en busca de riquezas, y
a mis pies me tira la cabeza del primogénito, el sucesor a la corona de mi
padre, el Rey.
-Hola hermanita, ¿qué mendigas en
medio de esas piedras llena como estás de barro? ¿Qué buscas? ¿Detenerme? – Su
risa es diabólica, pero a la vez noto su miedo, me teme, y eso me llena de
regocijo. Sin bajar de su montura, un gigantesco semental blanco, se aproxima
todavía más al círculo de piedra. – No podrás, no podrás detenerme con tus
brujerías.
-Así que es eso lo que tanto
temes, hermano… ¿Qué piensas hacer en este lugar sagrado? ¿Matarme?
- No quiero matarte, te quiero a
mi lado. Yo y tú podríamos dominar el mundo. Yo con mi ejército y mi fuerza y tú
con tu magia.
Sonrío, y apoyo mi mano en la
fría piedra, notando como su energía comienza a emanar. ¿Los dioses me dan su
aprobación o son los demonios que se mofan de mí desde el abismo? Me da igual,
pero es la respuesta que estaba esperando, al final mi hermano tenía razón al
temerme, porque soy la más poderosa de todos.
-Prefiero estar sola. – Y de mi
garganta sale una sonrisa diabólica que atraviesa el bosque, siento como sus
hombres se sobrecogen, ellos también me temen, lo veo en sus ojos.
-¡Acabad con ella! – Grita, con
el rostro desencajado a sus hombres, que se quedan petrificados consumidos por
el terror que les infunde una yo transformada, poseída. - ¡A qué estáis
esperando! No dejéis que entre en trance, ¡¡Matadla de una vez!!
Pero es demasiado tarde, aquellos
hombres terribles, sedientos de sangre se subyugan al poder que comienza a
emanar desde las piedras hacia mí. Y yo, me relamo con mi victoria.
-Vi tu traición mucho antes de
que esta se cometiera – comienzo a decir con voz gutural, la voz poseída por
los espíritus – ¿Tú crees que podría haber evitado todo esto, hermanito? - Sus
ojos se desencajan, su mandíbula comienza a vibrar al son de un temblor
descontrolado. – La respuesta es… Sí.
Una luz verde, comienza a
rodearme, a envolver mi cuerpo como un velo, un velo que poco a poco se va
tiñendo de la más negra oscuridad. Todos sus hombres, huyen despavoridos,
consumidos por la visión de ese ser en el que me he convertido.
-Muchas son las maneras de jugar
con el destino y descifrar sus mensajes, las señales son vitales para los
hombres y para sus reinos. Este reino jamás te pertenecerá. - Siento el poder
fluyendo por mi cuerpo, flotando por el aire y arrojarse al cuello de mi
hermano quitándole la vida. En su ojos la aprensión, el rechazo. En los míos,
la satisfacción y el gozo. – Porque esta corona está destinada a alzarse ante
una reina. La traición es el peor signo para un monarca, y yo no quería cargar
con ese estigma.
La fuerza se disipa por el aire y
vuelve a su letargo en la piedra, despertando el aguacero que dormía en las
nubes. El agua lo purifica todo, hasta mi cuerpo corrompido por la codicia. Veo
el cadáver de mi hermano en el suelo que pronto será consumido por las
alimañas, me levanto y bajo la fría ventisca me pongo en camino, al lugar donde
la corona de la destronada espera, al lugar en que mi deseada corona aguarda.
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