Ella estaba de
espaldas recostada sobre un gran sillón de cuero, sólo se veía su blanca mano
sujetando una copa de vino de Jerez. El brillo del líquido creaba pinceladas
resplandecientes en el aire produciendo un efecto hipnótico.
Me acerqué
temblorosa, pues por todos era conocida la ira de la joven ama.
-
Has faltado dos días seguidos a tu trabajo.
-
Señora yo…
-Desnúdate
-¿Qué?
– Pregunté paralizada por la turbación.
-He
dicho que te quites la ropa Fabiana.
La
joven ama se volvió posando la copa con brusquedad sobre la mesa, se levantó,
se dirigió a mí y comenzó a desnudarme. Noté el rubor en mi rostro mientras la
señorita me desabrochaba el vestido, bajaba mis medias y comenzaba a palparme
las piernas.
Sentí
la humedad resbalando por mis mejillas, la vergüenza era de un dolor insoportable.
-Fabiana…
– Sólo fui capaz de responderla con sollozos, mientras sentía como sus dedos se
hundían en mis muslos amoratados.
Intenté
reprimir mi llanto pero un aullido abrumador salió de mi garganta. Las lágrimas
lo distorsionaron todo.
Sólo
recuerdo su aliento a vino invadiendo mi boca y el sonido de un disparo lejano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario