lunes, 24 de diciembre de 2012

Nochebuena en la Tercera Fase

Imagen procedente de http://alertas-ovni.blogspot.com.es



Toda la familia estaba en plena cena de Nochebuena,  ya habían dado buena cuenta de los mariscos y comenzaban a hincarle el diente al pescado. Todos los miembros de la familia reían divertidos y contaban las numerosas anécdotas que habían marcado aquel año.
Todos los ojos estaban puestos en Sheila, la aventurera de la familia. Al contrario que sus hermanos y hermanas esta mujer, próxima a la cuarentena, estaba soltera y había dedicado toda su vida a la arqueología recorriendo numerosos países, con lo que sus historias siempre eran de lo más sorprendente. Además de eso, aquella era la primera noche en diez años que se había sentado a la mesa en una fecha tan señalada.
-Sheila, ¿No nos sorprendes esta noche con una de tus historias? – Preguntó sonriente Norberto, su hermano más mayor.
-La verdad es que no hay cosa que esta niña no haya vivido. – Confesó el padre de Sheila, abuelo de todos los niños que miraban expectantes hacia su tía aventurera, esperando cosas fascinantes. – A veces no sé  si lo que cuenta es real o nos la cuela para divertirnos.
-Puede que lo que salga de mi boca sea increíble. – Terció Sheila. – Pero juro que me ha pasado de verdad.
-¿Qué fue lo más raro que te ha pasado, tía? – Preguntó la pequeña Marta, una revoltosa niña de ocho años, que sin duda había heredado el espíritu aventurero y soñador de su tía.
-Pues no sé…
-¡¡Venga hermanita!! – Sonrió divertido Norberto. – Cuéntanos algo interesante ya. Tantos chismes me están comenzando a aburrir. – Dijo burlón dirigiéndose a las demás mujeres de la familia que no habían parado de cacarear en toda la cena y ahora le lanzaban una airada mirada conjunta.
-A ver… - Dijo Sheila haciendo su clásica mueca de “Estoy pensando”, un gesto muy habitual en ella cada vez que iba a contar algo.
-¡Venga, mujer! – Le gritó uno de sus cuñados. – No seas tan teatrera y empieza ya.
-Vale, vale. Acabo de recordar una historia increíble que me pasó de verdad. – Sonrió burlona guiñándole un ojo a todos los niños que la escuchaban atentos sentaditos alrededor de la mesa. – Aunque no sé si será adecuada para vosotros, niños. Es lo más terrorífico que me pasó en la vida
-¡¡Tía!! ¡¡Cuéntala ya!! – Gritaron los niños al unísono.
-¿En serio?- Volvió a preguntar juguetona Sheila
-¡¡¡Sii!!! – Volvieron a gritar ellos impacientes.
De repente toda la mesa se quedó en silencio al ver como el rostro de Sheila cambiaba por completo. No se escuchaba nada, sólo el crepitar de la leña ardiente en la chimenea.
-Bien, esto me pasó en una Nochebuena como esta hace exactamente diez años. – La cara de Sheila denotaba que aquello que iba a contar no era una broma y todos aguardaban sus palabras paralizados en sus sillas. – Por aquel entonces me encontraba yo en tierras Mexicanas, concretamente en la ciudad mágica de Chichén Itzá haciendo unas investigaciones sobre el mundo maya. Por motivo de las fiestas navideñas, el patrocinador de la investigación, había reservado mesa en un restaurante en un pueblo cercano, no recuerdo ni el nombre, el caso es que fuimos. Comimos a reventar y nos reímos muchísimo. Por aquel entonces había entablado una gran amistad con una arqueóloga mexicana, Sofía Sánchez se llamaba, una mujer inteligentísima, una auténtica erudita del mundo maya.
Durante toda la cena habíamos estado hablando sobre el tan bien conocido calendario maya que tanto ha dado que hablar este año, con el fin del mundo y todas esas cosas. Pues bien, ambas estuvimos toda la noche comentando la supuesta relación de los mayas con seres venidos del espacio exterior. Sofía estaba totalmente convencida de dicha relación, yo, más escéptica, me limitaba a poco más que reírme de ella. Pero no conseguía rebatirle ninguno de sus argumentos. Me confesó que era una gran aficionada a la ufología, y creía realmente que los aliens nos visitaban. Estaba en diversos grupos especializados en capturar ovnis y fuera testigo de diversos avistamientos.
La cena terminó y medio burlona, me despedí de ella diciéndole, “Que no te abduzcan los aliens” Cogí mi pequeña y destartalada moto y siguiendo a mis compañeros que iban en varios vehículos nos dirigimos hacia la pequeña pensión, en el pueblo vecino, dónde nos hospedábamos varios de los arqueólogos.
Sin saber cómo, absorta en mis pensamientos, llegamos a un cruce y sin darme cuenta me desvié del camino perdiéndolos totalmente de vista. Quedé completamente sola en la carretera. Di vuelta nada más darme cuenta del fallo, pero no conseguía encontrarlos. Empezaba a asustarme un poco, ya que era muy tarde  y no conocía aquellos caminos.
Estaría vagando por aquellas estrechas carreteras sobre una hora más o menos hasta que me encontré con un coche con las luces de emergencia encendidas parado en un arcén en el carril contrario. Paré la moto al lado de él y me asomé a la ventanilla. Dentro encontré a una joven de unos veinticuatro años totalmente aterrorizada. Le pregunté que le había pasado y ella me contestó que había pinchado una rueda, pero que no era capaz de cambiarla. Efectivamente, en el lado opuesto a la carretera, pude ver como tenía la rueda posterior derecha pinchada y junto a ella, esparcidos por el suelo, estaban todas las herramientas para cambiarla.
-Tranquila, mujer. Te ayudaré a cambiar la rueda, y en menos que canta un gallo estarás de vuelta en casa. – Le dije, con la esperanza de que me guiara a mí también hasta la pensión. Pero notaba un gran nerviosismo en la muchacha, que no paraba de ver hacia todos los lados. - ¿Qué te pasa? ¿Estás bien? – La muchacha no reaccionaba, estaba cada vez más alterada. – Tranquila, sólo es un pinchazo.
-Vi…vi, allí. – Dijo finalmente señalando hacia una curva que se perdía en la vegetación más allá de dónde estábamos.
-¿Qué pasa? – Pregunté extrañada.
-Allí, hay algo que nos está viendo. –Dijo muy nerviosa.
-¿Qué?
-Qué allí hay  algo que nos está vigilando. Lo vi antes y sé que sigue ahí.
-¿Quieres decir que allí hay alguien? – Pregunté todavía más extrañada
De repente escuchamos un ruido en el follaje, muy cerca de nosotros. Imaginaos que estábamos rodeadas de bosque, en plena oscuridad, iluminadas sólo por las luces de nuestros vehículos, la luna y las estrellas. Obviamente me asusté, pero intenté sacarle importancia. La muchacha estaba aterrorizada al verse en aquella situación, es normal asustarse, hasta hacía unos minutos yo también lo estaba, pedida en aquellas carreteras desiertas.
-Tranquila, será algún animal nocturno. – Le dije intentando tranquilizarla a ella y tranquilizándome a mí misma, pues comenzaba a ponerme nerviosa de verdad.
Comenzamos a cambiar la rueda como pudimos, la joven seguía muy alterada, pero parecía distraerse con la actividad, cuando estábamos terminando ya la tarea y la joven parecía haberse calmado un poco, aparecieron ellos.
Eran dos seres pequeños, al principio pensamos que eran sombras en medio de la carretera, pero después de que sus figuras se fueron acercando comprobamos que no. Medirían un metro y poco de alto, tenían la piel rugosa y la cabeza increíblemente desproporcionada en comparación con su cuerpo. Pero lo más terrorífico fueron sus enormes ojos. Tenían una forma almendrada que ocupaba gran parte de su rostro y estaban teñidos de una oscuridad inexpugnable.
La joven y yo nos quedamos mudas de espanto y nuestra primera reacción fue dirigirnos hacia la pequeña moto que había dejado en el arcén junto al coche. Ambas nos montamos en ella. Yo la intenté arrancar pero no arrancaba, veíamos como las figuras estaban cada vez más próximas, pudimos ver como movían una pequeña hendidura que tenían en lugar de boca, aunque no parecían emitir ningún sonido.
Finalmente la motocicleta arrancó y aceleré todo lo que el vehículo dio de sí, dejando atrás a aquellos extraños seres.

La familia de Sheila se quedó paralizada en la mesa, y en la chimenea se escuchó un fuerte estallido que sobresaltó a más de uno, haciendo que saltara de la silla. La primera en romper en silencio fue la pequeña y curiosa Marta.
-¿Y qué pasó después tía? ¿Conseguiste encontrar el camino a la pensión? – Preguntó expectante.
-Valeria, que así se llamaba la joven, consiguió guiarme hacia el pueblo, que curiosamente estaba muy próximo al lugar de los hechos. – Continuó Sheila algo más distendida. – Una vez allí, me contó que había ido a llevar a un familiar a un pueblo cercano después de la cena de Nochebuena y que al volver, una luz cegadora le había hecho perder el control del vehículo, haciendo que pinchara la rueda. Cuando se había dispuesto a cambiarla, había visto sombras caminando por la carretera y sintió un pánico tan intenso que se había encerrado en el coche, hasta que al poco rato aparecí yo.
-Desde luego, esto es lo más bizarro que te escuché contar en la vida. ¡¡Hombrecillos grises en Nochebuena!!– Se rió burlón Norberto. –Bueno… Esto es un caso para Íker Jiménez en toda regla. Hermanita, yo te tomaba en serio, pero después de esto voy a comenzar a pensar lo mismo que papá. Que muchas de tus historias son invenciones.
-Sabía que no me creeríais. Hay ocasiones en las que ni yo misma me lo creo.
-Bueno, - Dijo la madre de Sheila disipando la tensión del ambiente. – Después de la disparatada historia de Sheila, ¿Quién va a querer comer cordero?
Un aluvión de manos se levantó a la vez que las mujeres de la casa se disponían a recoger los platos sucios para servir la carne.
-Tía. – Sheila notó como la manita de Marta le tocaba la manga del jersey. – Yo te creo.
-Con que me creas tú, es suficiente. –Le dijo Sheila a su sobrina mientras le acariciaba el pelo. – Yo tampoco creía a mi amiga Sofía, hasta me reí de ella. Y esa misma noche ¡zas!, tuve un encuentro en toda regla. El mundo está lleno de cosas increíbles.
La cena prosiguió con las carnes y los postres. Los miembros de la familia reían y se divertían sin acordarse si quiera de aquella historia. Sólo la pequeña Marta, exaltada por la aventura navideña de su tía, dejaba volar su imaginación más allá de las estrellas.

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